martes, 18 de marzo de 2008

IGNACIO RUIZ QUINTANO dijo...

"Mariano Rajoy, costalero -yo creo que único- del marianismo andante, procesiona con dos «kaos» a cuestas, pero dice que no se va porque, antes que él, también González y Aznar perdieron dos veces. Lo que no dice Rajoy es que ni González ni Aznar perdieron ante un Bobo Solemne. Porque dos derrotas a manos de Zapatero son lo que los toreros llaman dos cornadas de espejo, es decir, de las que uno se ve a diario al afeitarse, aunque, para zafarse de tan penosa impresión, el truco de Rajoy consista en dejarse barba."

Sufrió el primer revolcón
haciendo de Don Tancredo:
le echó encima, el tal Alfredo,
el terrible cornalón.
El segundo sofocón
se lo ha dado el toro soso,
al que Mariano, premioso,
hizo de hacer un desplante.
¿Habrá afición que le aguante
un natural tan medroso?


Psikofonías en El blog de Santiago González


La novia de Aznar ama a Zapatero




POR IGNACIO RUIZ QUINTANO

Mariano Rajoy, costalero -yo creo que único- del marianismo andante, procesiona con dos «kaos» a cuestas, pero dice que no se va porque, antes que él, también González y Aznar perdieron dos veces. Lo que no dice Rajoy es que ni González ni Aznar perdieron ante un Bobo Solemne. Porque dos derrotas a manos de Zapatero son lo que los toreros llaman dos cornadas de espejo, es decir, de las que uno se ve a diario al afeitarse, aunque, para zafarse de tan penosa impresión, el truco de Rajoy consista en dejarse barba.

-Es lo mejor para España -añade Rajoy.

España es, como se sabe, la novia de Aznar.

La historia de las mentalidades es una cosa que inventaron los franceses para entender, por ejemplo, a los españoles, y la mentalidad española -la mentalidad de la derecha, para entendernos- es que hace cuatro años Aznar dejó a su novia al cuidado de Rajoy, a quien, de repente, un piernas de León se la raptó y nunca más se supo. Durante cuatro años, la literatura de derechas ha estado contándonos «Centauros del desierto» con Soraya no sé qué más en el papel de John Wayne, y al cabo de esos cuatro años se descubre que España -¡síndrome de Estocolmo!- ama al piernas de su raptor.
¿Puede la derecha permitirse el lujo de estar en manos de un señor que ha vuelto dos veces a casa llorando porque le ha pegado... Zapatero?

Rajoy es un tipo sin suerte: un día se arma de valor para ir a los toros y se apunta a un cartel de Tomás Sánchez. En cuanto a Zapatero...

-¿Qué cosa le parece a usted peor, un gobierno malvado o un gobierno tonto? -preguntaron una vez al padre Castellani, autor que Juan Manuel de Prada me ha rescatado del contenedor de la obra de reforma del ático del ministro Bermejo, quien habría sustituido la biblioteca por una mesa de billar con un taco de ébano, y ya habrá ocasión de contar la historia del taco de ébano.

A la inquietante pregunta, que ya salía en una comedia de Tirso, contesta Castellani con la doctrina tomista acerca de la inteligencia en la sociedad, que distingue entre ideas íntimas y vitales y esos fáciles armazones conceptuales que forman la superficie verbal del espíritu y que Santo Tomás compara con los fluyentes razonamientos de los borrachos.

En resumidas cuentas, que, si damos a tonto el significado de cortedad de ingenio, viene a concluir el heterodoxo jesuita, salen las siguientes notas caracterológicas: Uno, tonto: igual a ignorante. Dos, simple: igual a tonto que se sabe tonto. Tres, necio: igual a tonto que no se sabe tonto. Cuatro, fatuo: igual a tonto que no se sabe tonto y encima quiere hacerse el listo. Y cinco, insensato: tonto que no se sabe tonto, y quiere gobernar encima (o hacer-que-gobierna) a otros.

-Ésta última variedad es la tremenda. Las dos primeras no son malas, e incluso fueron amadas por Cristo, que dijo: «Alábote, Padre del Cielo, que escondiste este saber a los sabios, y lo descubriste a los simplezuelos.»

El propio Zapatero ha descartado un gobierno de esta variedad al prometer que a partir de ahora gobernará con más humildad. Con más humildad que él, pues él mismo declaró una vez en la tribuna del Congreso que a humilde a él no le ganaba nadie.

A Franco le gustaba contar la anécdota del rey de Suecia que pidió un día en su cena un huevo pasado por agua y, no siendo obedecido rápidamente por el servicio, tuvo que levantarse de la silla e ir a la cocina para pasarlo por agua él mismo: humildad o llaneza, dice Pemán, que es evocada diariamente en la costumbre protocolaria de poner al lado del cubierto de Su Majestad un huevo pasado por agua y sostenido en un huevero de oro. El viejo Gustavo Adolfo, además de mantener la ceremonia del huevo, hacía punto de lana para calcetas y bufandas con agujas de carey.

Todas las papeletas para representar el toque de humildad -¡el huevo!- en el gobierno de Zapatero las tiene el ministro Don Bernat.

No hay comentarios: