viernes, 7 de marzo de 2008

Rosas blancas de sangre

Con su mortal atentado
han cerrado la campaña,
cuya plusmarca de saña
su tiro ha pulverizado.
Pero el crimen ya es pasado,
y en cierta forma no existe,
para el sectario que insiste
en su inquina partidista:
Que su odio, ¡Dios nos asista!,
hasta a la muerte resiste.


Psikofonías en El blog de Santiago González


ETA, dispuesta a marcar el 9M



7 de marzo.- ETA ha vuelto a irrumpir en la campaña electoral. Isaías Carrasco, ex-concejal del PSE-PSOE en Mondragón, de 42 años, paseaba con su mujer y una de sus hijas cuando un pistolero se acercó y le disparó tres tiros en la nuca, a quemarropa.

Es un clásico en la triste historia de Euskadi. Los terroristas se hacen presentes para recordar que aún tienen potencial para alterarnos los planes y no se sabe si con la intención de alterarnos el voto. El asesinato de Isaías Carrasco es el quinto que comete ETA desde la ruptura de la tregua y de lo que con tanta impropiedad se ha venido llamando 'El proceso de paz'.

Los partidos han reaccionado como debían y ésta parece una constatación superflua. ¿Sería posible otra cosa? Los dos grandes partidos de la democracia española han decidido suspender sus actos finales de campaña y esta tarde mantendrán una reunión con el resto de las fuerzas políticas con representación parlamentaria, con el fin de adoptar una posición conjunta. El presidente del Gobierno fue informado del atentado al final de un mitin electoral que esta mañana se ha celebrado en Málaga por decisión de Chaves, que no quiso interrumpirlo mientras hablaba, en una decisión verdaderamente incomprensible del presidente de la Junta.

Sería muy deseable que los partidos sepan sacar las conclusiones pertinentes, que esto les sirviera para dominar las mezquinas ambiciones que les han llevado a enfrentarse tantas veces sobre esta cuestión, mientras los terroristas trataban pacientemente de echar a andar su industria de la muerte. ETA ha vuelto a lo suyo. No cabe más que la solidaridad con su familia y sus compañeros de partido, la condena de sus asesinos y la determinación de su derrota. Ni siquiera hacen falta grandes palabras para ello.

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